¿Qué puede hacer un creador musical  para sobrevivir?

A Cada Orquesta, Su Compositor
El Diario de Caracas   22-10-1999

Emilio Mendoza
https://ozonojazz.com/emilio/

Nuestra sociedad actual ha transferido el modus vivendi a los compositores de música popular comercial, dejando en el aire insonoro y limpio a los compositores del arte musical.

Por siglos el compositor vivió amparado por la iglesia cristiana. Desde los monasterios como en la Abadía San Gall en Suiza alrededor de los años 700 hasta las catedrales del Nuevo Mundo como en México y Perú en el Renacimiento, el compositor disfrutaba de la protección y calma vivencial para ejercer sus mejores cualidades y ya hacia el siglo XVI perfilaba como Maestro de Capilla con el statu social de tener un empleo remunerado como profesión. A partir del siglo XVIII, la iglesia empezó a compartir el patrocinio de la creación musical con la burguesía y la nobleza donde el compositor era además parte de los servicios de la corte. El creador de buen desempeño obtenía eventualmente la protección de algún barón o arzobispo con el nacimiento del mecenazgo, pero persiste la posición humilde y servil. Se incorpora a la sociedad mercantilista cuando Beethoven negocia con las casas editoriales la publicación de sus obras en demanda, pidiendo con más frecuencia un adelanto por obra prometida aún sin crear ya que sus musas no siempre cumplían horarios establecidos. Pero con él y su genio, se empieza a invertir el rol de servidumbre hacia el individuo que ofrece a la sociedad un objeto de valor artístico y al mismo tiempo de valor de intercambio comercial, con el compositor al timón del negocio.

Al diversificarse la profesión como la encontramos hoy en día, tenemos que el creador musical tiene la posibilidad de acumular fortuna con la actividad a la cual la naturaleza le donó talento. Ya Richard Strauss, exitoso post-romántico, vivió en creces financieras por su participación cuidadosa en las sociedades de autores y compositores, entes gremiales hoy más activas que nunca, que se encargan de la recaudación de los pagos por concepto de ejecución y difusión de la producción musical, sea en conciertos, radio, cine, televisión o edición video y discográfica. Strauss era un músico práctico, atado a la realidad, componiendo música efectiva y apuntada a la audiencia. Recibió el más alto título honorario de los Nazi, pero al ser criticado al finalizar este régimen, no le importó ya que el se colocaba fuera de la política, indiferente a quién pagara por su trabajo. Por el contrario, su contemporáneo Hugo Wolf, quizás el músico más avanzado y original de finales del siglo XIX, fue un inadaptado social que muere a muy temprana edad profesional, loco y hambriento, internado en un sanatorio. Otro colega de la misma época, Gustav Mahler, fue un afamado director de orquesta, que se recluía a componer durante silenciosos veranos en una cabaña en el medio de un lago de los Alpes austríacos de Maiernigg. No obstante, tuvo que sacrificar su religión judía al convertirse al catolicismo para asegurar una criticada posición como director de la Opera Imperial de Viena.

En la sociedad actual  la posibilidad de vivir del componer se trasladó a la música popular comercial, dejando afuera del lucro al arte musical. Andrew Lloyd Webber, compositor de musicales de Broadway como Cats, Jesucristo Superestrella, entre una serie interminable de éxitos, es uno de los principales capitalistas de la Bolsa de Londres. John Williams, compositor de la banda musical de innumerables películas en colaboración con Steven Spielberg, (Terremoto, Tiburón, Guerra de las Galaxias, E.T.),  ha ganado cantidades de Grammys, Oscars y grandes fortunas por su trabajo, y es quizás el creador musical más exitoso y escuchado en la actualidad. Autores de hits musicales se han rodeado de riquezas. Cualquier compositor de cuñas para la radio o televisión puede vivir más que decentemente. Incluso, con la "matadera de tigres" en bares, restaurantes, bodas y cumpleaños, aunque tarea bien trajinada,  el músico venezolano puede sobrevivir sin tener que buscar doble o triple ocupación. No obstante, si ésta es su opción laboral, difícilmente podrá mantener una familia estable debido a la brincadera y sus horarios nocturnos.

Por otra parte, el compositor de arte musical se encuentra en un nicho de producción  que no es comercialmente atractivo para nuestra sociedad de bienes de consumo inmediatos, pero con el transcurso del tiempo y la formación de la historia, su producción artística se convierte en la actividad a la que más valor cultural le otorga la sociedad en su conjunto civilizatorio. El componer arte musical mantiene  una  contradicción radical por la importancia que tiene para la formación de una cultura determinada y el vacío de pertenencia impregnado a su existencia. Casi siempre el compositor tiene que buscar otros trabajos paralelos que a la final le consumen todo su esfuerzo de dedicación y se convierte en compositor de fin de semana, en compositor de vacaciones, o abandona finalmente esta ocupación que no es más requerida por la sociedad donde vive. Una alternativa utilizada en los Estados Unidos es el albergue del compositor como profesor en una universidad, figura que en Venezuela gradualmente se está incorporando al menú de trabajo musical. Las vías restantes son los concursos, el compositor residente en una orquesta o institución y los encargos. Como afirmaba Ricardo Teruel, compositor incansable de nuestro país, ganarse la vida a través de los concursos es como si un solo compositor por toda Venezuela fuera a su trabajo un solo día al año, si es que lo gana. Absurdo.

Por ésto vemos como una manera de propiciar un cambio a la situación arriba expuesta, la incorporación de un sistema de encargos y residencias de compositores en todas las orquestas y agrupaciones musicales del país auspiciadas por el Estado, donde esta figura sea incorporada al presupuesto ordinario de cada una. Solo así podremos garantizar  la creación de valores culturales permanentes en música que formen nuestra historia.