La diferencia venezolana en la composición

Creación Musical Femenina

El Diario de Caracas 3-12-1999

Emilio Mendoza
https://ozonojazz.com/emilio/
Ilustración: Iván Estrada

teresa carreñoSer compositor del arte musical en nuestra sociedad actual es una demencia vivencial. Por ésto la persona que decida hacerlo debe tener algo importante que decir con sus sonidos. Ser mujer compositora, aún más difícil, es una profesión creciente en Venezuela y un reto atractivo para una generación de profesionales en este arte que conducen el relevo.

Para concretarse en hechos artísticos, las Musas claman por una sensibilidad, capacidad organizativa y sinceridad que se
adjudicaría más a la versión femenina del humano que al peleón, brutal sexo masculino. Pero no ha sido así: La historia de la
música nos ofrece pocos ejemplos de mujeres creadoras, por el carácter misógino del arte occidental. Se afirma, por el lado de los
machos, que las mujeres tienen la cabeza muy atada a la tierra, acostumbradas al cálculo de la supervivencia diaria no sólo de sí
mismas sino de sus hijos, que no les permite crear con imaginación. Este role impuesto por su pareja masculina ha sido
básicamente un aprovechamiento y explotación servicial para darse espacio y poder deambular en su fantasía desenfrenada. Por
otro lado, la educación social que reciben las mujeres en nuestra sociedad les otorga más libertad y posibilidad de acercamiento a
la condición mental exigida por el arte, contraria al comportamiento inducido en los hombres que crecen con el garrote pegado en
la mano. El cuento se repite con talentos femeninos cuyas carreras deslumbrantes se frenan en seco apenas pisan  las puertas del
matrimonio.

Ana Magdalena Bach, segunda esposa del gran Juan Sebastián, además de cuidar su muchachera recopiló un exquisito álbum de
piezas sencillas para el piano que todo aprendiz felizmente le dedica sus primeros esfuerzos. No se sabe si las compuso o si
transcribió unas piezas de juego familiar tradicionales en la gran familia Bach. Pocos compositores se han dedicado a los niños,
ya sea porque su arte requiere del más exigente dominio técnico instrumental, o a causa de que componer música sencilla de alto
nivel es quizás el reto más difícil para cualquier creador.

Se sospecha que Alma Mahler, esposa del neurótico Gustav, componía en secreto desdichada por el torbellino del gran director y
compositor posromántico. La familia de Gustav Mahler fue siempre acechada  por la muerte: De doce hermanos, seis mueren al
nacer, uno fue el loco del pueblo y otro se mató de joven. Escribe su ciclo de canciones sobre niños muertos Kindertotenlieder en
1902-4  y en 1907 se muere su hija mayor. Alma escapa hacia los brazos del arquitecto del Bauhaus Walter Gropius, Mahler
busca razón infructuosamente con Sigmund Freud, y por último la muerte alcanza a la hija de Alma y Gropius. Las esposas de los
grandes nunca reciben ni parte de los créditos por su sacrificio y dedicación, que sin ello no hubiera sido posible la producción de
los eternos logros. Permanecen detrás, de brazos cruzados y cabizbajas, tapando en silencio abnegado la llamita  creativa que
trataba respirar.

Componer es un oficio varonil para el resto del mundo. En Venezuela, país de sorpresas, es otra la historia. De los 91
compositores venezolanos vivientes, 15 son mujeres, es decir, el 16%. Siete de éstas tienen la mejor acreditación académica, con
maestría y doctorado, contrario a seis de los varones con el mismo nivel académico. La historia de las creadoras femeninas arranca
con broche de oro con la virtuosa del piano y compositora Teresa Carreño (1853-1917) de fama internacional.  Luego nacidas en
la primera década del Siglo XX tenemos a las compositoras Isabel Aretz (1909, Argentina), María Luisa Escobar (1912-1985),
Blanca Estrella de Méscoli (1913-1987) y Ana Mercedes Azuaje de Rugeles (1914). De la generación de los años veinte,
encontramos a Flor Roffé de Estévez (1921), Nelly Mele Lara (1922-1993) y Modesta Bor (1926-1998). En las décadas treinta y
cuarenta nacen Nazyl Báez Finol (1932), Alecia Castillo (1940), Mabel Mambretti (1942, Argentina) y Alba Quintanilla (1944).

La generación próxima es la que hace la gran diferencia: Beatriz Bilbao (1951), Josefina Benedetti (1953), Mercedes Otero
(1953), Marianela Machado (1954), Adina Izarra (1959), María Luisa Arencibia (1959) , María Antonia Palacios (1960)  y Diana
Arismendi (1962). Todas profesionales de éxito y preparación, orgullosas partícipes de familia y con las riendas del país en sus
manos. Vamos a conocerlas en los próximos artículos antes del cierre del milenio.

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