¿Qué música le gustaría en su velorio?

Música de Muertos
El Diario de Caracas 5-11-1999

Emilio Mendoza
https://ozonojazz.com/emilio/
Ilustración: Iván Estrada

muertePor su esencia intangible y el conducto directo que mantiene con los sentimientos más profundos del ser humano, la música toca los bordes de la espiritualidad y ha sido un acompañante inseparable del hombre en la mayoría de sus rituales con la sobre-naturaleza.La muerte es el acontecimiento inaplazable de cualquier ser en vida, que al presenciarla en terceros nos recuerda o nos fuerza a inventar la existencia del más allá por la terca esperanza de sostener la vida. La música es el antídoto de este conflicto entre vida y muerte del cual nadie, nadie se escapa.

Dentro de sus funciones en nuestra sociedad, la música está presente en la infancia, el trabajo, la diversión, la medicina, el culto y en el comercio. Nos sirve para el arrullo del recién nacido en labios de su adormecida madre; los juegos  y rondas de infancia le recuerdan su magia al hombre aún de viejo adulto, al tararear una canción en su nueva silla de abuelo. Para el trabajo existían canciones  de ordeño, pastoreo y para el jinete metálico del taxi en la cola urbana diaria, su fiel pasajero es la música de la gritante radio. Por siglos  el culto en todas sus formas había sido la principal dedicación de la actividad musical, aunado a su salvación existencial por el rol de la iglesia como benefactor inquebrable de la creación musical. La producción total de compositores  como J. S. Bach se puede resumir en la alabanza a Dios, función que progresivamente se fue traduciendo en un servicio de entretenimiento a la nobleza, a la burguesía y luego al consumidor. Sorprende la falta de atención que tiene la música hoy en día en la misa de la Iglesia Católica, al compararla con el trance creado en una misa de Gospel.  El elemento de diversión y su hermandad con la danza ofrecen un respiro al hombre fuera de la actividad analítica y racional en que se ha sumergido cada vez más, por sus poderes de inducir fantasías individuales  o grupales y por su capacidad de comunicación masiva. Todas estas funciones, se han reducido en nuestros tiempos al comercio con una sola excepción, el caso del arte musical.

La música de culto a la muerte se produce en la cultura occidental para los velorios y marchas de entierro, o para el recordatorio en el Día de los Difuntos y en las misas de réquiems. Otra modalidad es usar la música como catalizador del "festejo" en que se puede convertir un velorio si se excede la bebida alcohólica, como en el caso de los velorios irlandeses y los Wake-keepings de Ghana, Africa occidental. Son fiestas muy alegres por días de alboroto donde la muerte es otra razón para gozar la vida. Los entierros de músicos famosos pueden convertirse en eventos musicales, descargas y jam-sessions, como sucedió a la desaparición de Jimi Héndrix y de Bob Marley, mejor despedida  no pudo haber.

Todo creador de música se confronta en su vida con la composición de una marcha fúnebre, velorio o réquiem, pero lo hace a regañadientes  y sólo por necesidad drástica de ingresos. Los cuentos de las composiciones  de Mozart y Chopin para sus propios entierros ilustran esta tarea forzada a la que accedieron por encargo de sumas que a su muerte no pudieron recibir. Las piezas que tratan con la muerte adquieren poderes especiales y adelantan en vida el contacto con la ausencia.

Como ejemplo de este atrevimiento, cito mi propia experiencia en la creación de la partitura Velorio Ritual de 1989-92, que no fue compuesta por dinero sino como un taller de reflexión, una estrechada de mano en aceptación con la muerte. Fue dedicada a mi tío Jaime Mendoza quien por mucho tiempo había sido mi mecenas y admirador, ya que sentía que la pieza me había resultado un buen logro creativo. Al enfermarse mi tío de cáncer, sólo le mostraba la página de la dedicatoria sin que apareciera el título de la pieza, por decencia a las circunstancias.  La Fundación V. E. Sojo la publicó dentro de su serie "Músicos Venezolanos Contemporáneos" y el día que me llamaron tempranito de la imprenta para que la fuera a retirar saliente del horno, la llevé directamente al entierro de Jaime, pudiéndola apenas colocar dentro del féretro en último agradecimiento.

En el folklore venezolano los Velorios de Cruz en mayo, Velorios de Animas y de Angelitos a principios de noviembre, como el Akaatompo de los Kari’ña en Anzoategui sirven como recordatorio de los seres perdidos y como pago de promesas.  Canciones mestizas  como el Mampulorio se relacionan directamente con la muerte. Aparte del folklore, nuestra sociedad venezolana no asocia la música con la muerte, lo que consideramos como una falta grave en la consideración  de importancia por la presencia en memoria de los desaparecidos,  punto antropológicamente  crítico para la determinación del nivel de una civilización. La única música de muertos que mantenemos es en los duelos oficiales, cuando todas las emisoras de radio tienen que tocar música clásica por tres días, causando el peor error asociativo y deformante de esta cultura musical.

Que en paz descansen.