1977, 2008 / 9 min. 09 sec.
Ejecuciones de Susurro II
Referencias
Oltra García, Héctor. (2013). “Biografía, Catalogación de Obra y
Aproximación al Lenguaje Musical del Compositor Valenciano
D. Vicente Ramón Ramos Villanueva (1954 – 2012).”Tesis de
Maestría. Universidad Politécnica de Valencia, Valencia,
España. Director de tesis: Juan Cerveró. Pag. 37, 38.
Oltra García, Héctor. (2019). LA EXPRESIÓN ESTRUCTURADA. Trayectoria vital y creativa del compositor valenciano Ramón Ramos Villanueva (1954-2012). Valencia: EdictOràlia Llibres i Publicacions, ISBN: 978‐84‐945465‐8‐7.
Grabación
Studio des Robert Schumann Instituts, Düsseldorf, Alemania,
1979. Neue Musik Ensemble, Director: Alfredo Rugeles.
Cuatro consonantes, ss, sh, gh, r, son alteradas por la boca para utilizar una gama de altura relativa entre agudo o grave, sin ninguna emisión de sonidos de altura determinada, es decir, sonidos susurrantes, o ruido blanco. La coral está dividida en cinco grupos que se ubican de izquierda a derecha (A1 - A5) y un sexto grupo B está repartido en todo el espacio de la tarima, es decir el sonido "mono".
La pieza utiliza material
temático de contenido espacial, donde ideas se mueven hacia
o desde el centro hasta los extremos en la izquierda y
derecha de la coral, con sonidos continuos y de fácil
lectura rítmica. Desde septiembre, 2007 hasta el 2008, Susurro fue adaptada
para el Proyecto AVIA iniciado por el autor como proyecto de
Año Sabático de la Universidad Simón Bolívar con el
estudiante de Maestría en Composición, Gabriel Peraza, en
función de realizar la traslación exacta espacial entre la
música y lo visual. Se incorporó el elemento de profundidad
(axis y) además de
otros arreglos, convirtiéndose en Susurro II.
Fue escrita en la Isla de
Formentera, una de las islas Baleares al lado de Ibiza en el
Mediterráneo español. Había dejado mis efectos personales en
una casa de un amigo estudiante del Robert Schumann,
Düsseldorf, mientras viajaba a Londres a visitar a mi
hermano Claudio. Al regresar del viaje, me encuentro con que
el amigo se había vuelto a Israel y su casa estaba vacía.
Tardé un mes en encontrar a las personas que se ocupaban de
vaciar y limpiar las casas alquiladas, y al fin fui a
visitarlos a ver si me decían qué había pasado con mis
libros, partituras, ropa y corotos. Me encontré a una señora
peliroja, Rosie, con un ojo morado por un golpe, quien tenía
gripe. Vi en su casa no solo todos mis efectos personales
que afortunadamente no los habían botado ni revendido
todavía, sino también un sitar que me atrajo fuertemente la
atención. Me senté a tocarlo un rato y la señora Rosie le
encantó como sonaba, abrió las ventanas porque entraba el
sol y me dijo que yo era un presagio, lo cual ella traducía
a su necesidad de cambio y fin a su vida hasta ahora en
problemas y peleas con su pareja. Al día siguiente me trajo
todos mis peroles y me invitó a viajar a Formentera con
ella, todo pago, a buscar su
pasado hippie feliz de nuevo. Al próximo día de haber
llegado a Formentera, en un octubre tranquilo ya con menos
turistas, Rosie, quien me había invitado a pasar tres
semanas en la isla, se desapareció. Como yo no tenía dinero,
sobreviví comiendo gofio, naranjas, y tocando mi cuatro en
la playa a los turistas alemanes. Aparentemente Rosie
buscaba un pasado de los años sesenta de época de hippies,
LSD y música hindú que había disfrutado en esa bella isla de
salinas, molinos y turistas desnudos.
Cuando retomé el avión de vuelta
a Alemania, Rosie no estaba presente, y presumo que se quedó
con su pasado. De todas maneras la estadía me ayudó a
reponerme completamente de una impotencia generada por un
despecho agudo que mantenía con mi novia venezolana Ariana
Tarhán quien no me acompañó a Alemania, y le agradezco a mi
amiga ausente Rosie, con quien pasé sólo una noche fabulosa,
a la llegada a Formentera, lo que me limpió la impotencia
sabiamente. Pasé las tres semanas escuchando el murmullo de
las olas, el viento rozando mis orejas grandes mientras me
desplazaba en bicicleta por las playas, rotando la cabeza
mientras iba a velocidad para filtrar el ruido blanco
producido, y traté de incorporar en la
partitura la sensación de
soledad, abandono, desamor y muerte. En el último día, ya
terminada la pieza Susurro, conocí a una alemana bella y
sonriente con quién seguí luego en Düsseldorf una relación
de unos meses, ya virilmente repuesto.