El Compositor en América Latina
Trapos y Helechos 4 (12-1982): 11
El poeta del
sonido, artista y creador musical, es llamado compositor.
Todo el que silba, canta de alegría o rabia es un creador
espontáneo y latente de este campo. Pero es muy diferente
cuando ya mayor, al desenvolverse en la sociedad, la persona se
decide a tomar como profesión esta locura y manía. Locura,
porque verdaderamente es muy difícil subsistir en nuestro medio
como músico y peor si se tiene familia. Manía, porque es
imposible prescindir de ella por más dura que sea la
existencia. No obstante, se conoce de personas de talento
excepcional que se han visto forzadas, por razones de índole
económica, a mantener esta su pasión como un pasatiempo de
trasnoche, como serenata de fin de semana o simplemente como
hechuras de gaveta. Nuestra tradición social no acepta que
la música pueda llegar a ser una profesión de respeto y estatu
(cosa que aflige a los padres del músico en ciernes), y el
sistema nos hace sentir a muy temprana edad en medio de la
indecisión, que si optamos por ella vamos a estar hambrientos
siempre. Para ser músico de lleno hay que estar un poco
loco y la gente no se explica qué los hace seguir en esa
manía.
Hay salidas, por supuesto, con las cuales el músico se puede
redondear una entrada y hasta hacerse rico. La
comercialización musical, como “matar tigres”, es decir, grabar
cuñas publicitarias, tocar aquí y allá como un saltamontes, es
una vida bastante agitada que no deja respirar ni deja nada
profundo, a pesar del rápido dinero. Es la actividad más
desempeñada del gremio por su atracción monetaria, tan cotizada
que por esto se han generado estrictas “mafias” y círculos
herméticos. El que se encamina por una carrera musical más
conforme y establecida, y sin duda de más respeto y estima en
nuestra sociedad, se sacrifica por años interminables de
aprendizaje seco y académico en conservatorios, para anotarse en
las filas de las orquestas sinfónicas. El que sacrifica
TODO a su alrededor podrá llegar a ser solista, una de las
profesiones, como su nombre lo indica, más solas y duras que se
hayan concebido. Formando parte de una orquesta
establecida, se tiene un empleo como cualquier otro, con
horarios, vacaciones y aguinaldo, que retribuye artísticamente
si es que se acepta la vida de funcionario. Casi la única
y final alternativa para un músico, con menuda pero vital
posibilidad económica, es la práctica de la docencia. Ya
desde temprana edad hasta sus últimos días, el músico se
acostumbra a enseñar como si fuera parte de su propia
respiración. Para el compositor, esta es lamentablemente
su única entrada, a menos que esté muy bien conectado o tenga la
suerte de ganarse algún concurso u obtener un encargo ocasional.
En nuestra
sociedad, con frecuencia, el músico mantiene una actitud servil,
es decir, una proyección amplificada del acompañante de
comidas. Si no, entonces se siente como el “artista”,
delicado y sufrido, inservible y parásito de una sociedad que
por complejo cultural le atribuye parte, aunque mínima, de su
presupuesto, y esta sociedad siempre vuelve a preguntarse, por
dentro para no lucir inculta, si esto tiene algún sentido para
el crecimiento económico y moral del país. El más afectado
como hemos visto, es el compositor: ejerciéndose para lo que
nació, no encuentra función, ni sentido de existencia en esta
sociedad, aparte de la ilusión creada por ella para
satisfacerle, al menos como víctima y héroe del Arte.
En Europa, y en su extensión los Estados Unidos, el apoyo a la
cultura es suficientemente grueso para que haya artistas que por
ser listos y lograr una buena administración, se convierten en
héroes vivientes y de seguro pasan a figurar en los libros de
historia de la música, dejando en la sombra a los que no
tuvieron tanta habilidad burocrática. En Latinoamérica,
donde la cultura no adquiere prioridad ninguna en las
consideraciones oficiales y sociales, el compositor se encuentra
aún más desligado y falto de sentido, afortunadamente: hay tan
poco apoyo social al creador musical que sólo se es compositor
cuando se tiene algo necesario y verdadero qué decir. No
existen los que fingen y viven de máscaras, ya que no hay
ninguna atracción aparte del goce musical. A los que
tienen auténtica educación les es muy difícil integrarse en la
sociedad como compositores, pues para hacerlo necesitan
plantearse una función nueva ya que no hay ninguna de antemano,
aparte de la “inadecuación” del ser artista en nuestra
sociedad. El músico latinoamericano aventaja al europeo
para llegar a proponer una nueva función, ya que no tiene la red
músico-social en que se pueda resguardar cómodamente, engañarse
con la historia y seguir con sus ilusiones parásitas de
bohemio. El compositor de este continente se ve obligado a
buscar conscientemente un nuevo role, adecuado a su país o
continente, so pena de desertar y convertirse, digamos en
corredor de seguros.
¿Cuál es esta nueva función y qué sentido tiene el ser creador
musical en este continente?
Para responder esta pregunta, a la que debe llegar todo
compositor y cada artista consciente e insatisfecho de su
situación, sea intérprete, poeta, pintor o bailarín, hay que
examinar claramente el medio donde se actúa y se vive,
determinar sus necesidades y proponer pautas y prioridades para
ser útil a esta sociedad. Hay que precisar la diferencia y
el desajuste del role impuesto y acostumbrado, con el medio
donde se va a ejecutar. Hay que
cuestionar.
La situación cultural de nuestro continente (y hablamos de
Latinoamérica más que de países individuales, ya que el problema
afecta igualmente al continente entero) se pueden resumir a
continuación en un pequeño recuento histórico:
La conquista de América Latina por los europeos es
producida por siglos a través del genocidio, vaciamiento
cultural y su situación de las expresiones culturales de los
nativos indígenas por la de los que los dominaron a la
fuerza. Desde la conquista, Latinoamérica tiene la
coexistencia conflictiva de dos corrientes étnicas, la
confrontación de dos sistemas culturales diferentes (manteniendo
todavía la relación del dominante y del sometido), y las áreas
resultantes del mestizaje cultural. Un tercer sistema
entra en juego más tarde la inmigración forzada de los negros
africanos como esclavos, que forma un nuevo frente de
confrontación cultural y nuevas áreas de mestizaje.
Lo que conocemos como Latinoamérica hoy, no es sino una
prolongación cultural de Europa en varios grados, de acuerdo a
los diferentes factores locales, con al posterior influencia
norteamericana. Europa dedicó los tres primeros siglos de
dominación política y económica para vaciar culturalmente el
continente conquistado con violencia salvaje, abusando de él
simultáneamente como un recurso económico para su propio
enriquecimiento. Al saqueo y a la neutralización de las
civilizaciones autóctonas, les siguió su sustitución por la
cultura europea como forma ideal del sometimiento y esclavitud
económica. Las variaciones con respecto al modelo de las
metrópolis aparecen como exotismos interesantes, permitidos
dentro de las normas preestablecidas, las cuales son una
consecuencia de las limitaciones deplorables de las condiciones
materiales del ambiente. Este proceso se puede observar a
fondo en los campos culturales y administrativos donde las
diferencias son considerables, no afectan la esencia del proceso
de dominación. La situación cultural básica de
Latinoamérica hoy en día puede ser definida como un dependencia
colonial al sistema cultural dominante del europeo occidental y
del norteamericano blanco, cristiano y burgués.
La historia del continente puede verse como la historia del
proceso de independencia cultural, o la búsqueda paciente por su
identidad. Es obvio que este proceso de independencia no es el
mismo que el de los indígenas nativos, quienes están siendo
todavía aniquilados por misioneros, en especial los
norteamericanos, ni el de los negros afro-americanos que no
logran todavía escaparse de las cadenas sutiles del pensamiento
esclavista.
La música artística se caracterizó por una imitación abierta e
los modelos de las metrópolis, modificados ligeramente por
peculiaridades del mestizaje. Este patrón de creación está
todavía vigente, y se observa además por excelencia en las
manifestaciones de la música popular urbana como el rock.
La copia plácida y mecánica se interrumpió abruptamente por el
proceso de independencia política, en la primera mitad del siglo
XIX, cuando al despertar de la conciencia que acompañó esta
actividad política exigía un rechazo de los modelos
copiados. La sustitución por modelos propios se tornó muy
difícil, y se provocó un vacío creativo debido a la
sobrevalorización del aspecto militar de la revolución y la
desestima de la gestación cultural por los intelectuales
revolucionarios. Además, el retiro del colonizador expone
la táctica aplicada para impedir a la colonia el desarrollo de
una cultura autónoma: la ineptitud del creador latente lo hace
aún más dependiente, descubre a través de sus esfuerzos
estériles y trabajo solitario las etapas que lo separan del
nivel técnico de sus colegas del imperio. Alcanza los
modelos europeos sólo cuando están ya pasados y obsoletos,
dentro de los mecanismos de consumo y producción cultural de las
metrópolis. Una consecuencia de considerable importancia
producida por este vacío creativo es que la colonia empieza a
caminar tarde y detrás con relación a las metrópolis, y este
atraso creativo se mantiene todavía en el presente. Es de
observar que esto no sucede en el campo de consumo cultural,
donde nos mantenemos al día atentos a los últimos gritos que
salen al mercado.
Las generaciones siguientes se vieron afectadas por este retraso
creativo, no alcanzando a ponerse al día y cayendo en la copia
de las olas sucesivas de estilos europeos, incluyendo el
nacionalismo. El ideal de éste, la búsqueda y expresión de
la propia identidad local, no fue contestado sino
superficialmente, a pesar de ya sentir la necesidad importante
de definición propia y de establecer diferencias frente a la
cultura dominante. Sus aporte fueron sólo musicales, casi
únicamente de lenguaje, moviéndose todavía dentro de un
pensamiento y marco músico-social netamente europeo. En el
presente, el creador se encuentra en una situación colonial en
que los productos culturales que maneja no son propios ni
tampoco tan vigentes. La búsqueda de identidad es una
proceso más bien socio-político, lento y largo, en el cual el
artista participa incondicionalmente en la tarea colectiva de
restitución de nuestra propia cultura, cuando hace una toma de
conciencia de la realidad de su continente y de la
responsabilidad histórica que debe llenar.
Las características culturales de Latinoamérica no son las
mismas que las de las metrópolis europeas y norteamericana,
aunque el proceso colonial haya trabajado por cinco siglos, y
continúe todavía, para lograr que la clase dominante local
(intermediario de las metrópolis) se sienta identificada
culturalmente en sus amos coloniales. De aquí es donde el
artista debe partir: Su tarea en este territorio colonial, así
como en el caso de otros creadores de productos culturales, no
es solamente necesaria, sino indispensable: preparar el terreno
para un cambio de situación. Si la colonia no produce la
cultura que ella consume, está forzosamente compelida a consumir
la cultura que la metrópolis le impone. Al principio del
proceso de emprender la producción cultural, los resultados
serán inevitablemente coloniales, de una manera u otra.
Pero la continuación del proceso permitirá, dentro del proceso
general de la sociedad, una conformación gradual de patrones
propios de cultura. Esto urge al artista a asumir tareas
que ayuden a este proceso, y que son relativamente más
importantes que la de ser sólo un compositor de productos
culturales, como se acostumbra a hacerlo.
¿Qué tareas se pueden proponer para el desarrollo de este
proceso de cambio?
El compositor en Latinoamérica que haya hecho una toma de
conciencia se verá enfrentado de inmediato por su incapacidad
actual. No sólo tiene que tratar de acortar el atraso de
información, de estar al día con lo que sucede aquí y allá para
saber en qué contexto se mueve, sino también luchar contra un
estado enorme de acondicionamientos impuestos por hábitos
importados. Entre éstos está el mito de la preferencia por
los productos extranjeros en desmedro de los nacionales, de
considerar sólo válida la cultura que viene de afuera con toda
su carga histórica, lo cual es un truco económico
colonial. Las mismas prioridades son aplicadas en las
decisiones de los medios de comunicación y la publicación de
libros y discos, lo que causa una ignorancia mutua de lo que
acontece en los países de nuestro continente, que priva al
músico de tener presente la fuerza colectiva que se desarrolla o
la unidad cultural existente. El acondicionamiento también
le hace buscar y concretar por todos los medios el llegar a ser
el “genio “ que lo arregla todo, la personalidad aislada que
termina alimentando el ego propio como única finalidad.
La tarea más dura y necesaria, sin embargo, está en el lento
trabajo músico-social de concienciación. El compositor
nuevo no trabaja en la docencia como único recurso para ganarse
unos reales. Él la entiende como medio principal y por
excelencia para la preparación del nuevo creador y del público
que lo escucha. La obras musicales que crea reflejarían
una línea de pensamiento, pero no pueden pretender ser autónomas
como medio de expresión, ya que de lo que se trata es de una
cuestión socio-política que se responde en la práctica y no
siempre en sonidos. Cuando compone, él construye objetos
culturales que ayudan eficazmente a aclarar lo que ya hace como
actividad consecuente con su pensamiento e ideología, y su
responsabilidad no se queda, como tradicionalmente se
acostumbra, en la sola construcción de sonidos. El
compositor tiene la función y responsabilidad en nuestra
sociedad, como única persona preparada para hacerlo, de
concientizar a sus contemporáneos de la situación real y de los
problemas prioritarios que urge cambiar, a través de la
utilización de un medio, el arte, por el cual los pensamientos
se siente más verdaderos, se agudiza la realidad olvidada y se
fortalece el sentido común.
Teniendo toda esta perspectiva en mente, las dificultades
inmediatas que afrontan nuestro artistas jóvenes se hacen más
entendibles y fáciles de soportar, al sentirse parte de un
proceso válido y consecuente con sus pequeños escalones.
Si hay situaciones no satisfechas de cualquier índole, le
corresponde al artista, como ser consciente analizarlas y buscar
su solución, en vez de quejarse y llorarle a las autoridad con
pretensión de niño mimado que debe ser atendido. Es
importante, también, que los jóvenes atraídos por el arte
encuentren un camino trazado de consideraciones más vigentes y
cruciales que si se gana plata o no: el camino de la renovación
social, que es lo que a los jóvenes de todos modos le
corresponde.