LA
COMPOSICIÓN EN VENEZUELA:
¿PROFESIÓN EN PELIGRO DE EXTINCIÓN?
Un Análisis de
Contradicciones
Prof.
Dr. Emilio Mendoza Guardia
Universidad Simón Bolívar, Caracas
emiliomen@gmail.com
• https://ozonojazz.com/emilio/
Ponencia presentada en el II. Congreso de
Composición, XVI Festival Latinoamericano de Música,
Centro de Acción Social por la Música, Caracas, 26/05/2010.
I. Encuentro Nacional de Compositores
Venezolanos,
SVMC & Centro Nacional de Música V.E. Sojo, Sala José
Féliz Ribas, Teatro Teresa Carreño, Caracas, 01-07/07/2013.
Resumen
El escrito presenta un análisis de los factores que han influido en aminorar la actividad compositiva del arte musical en Venezuela y de igual manera, han incrementado la dificultad de supervivencia del compositor en nuestra sociedad, contribuyendo a la extinción progresiva de la profesión. Al final, se proponen varias acciones en función de incorporar a los creadores en la actividad musical del país.
Los
compositores invisibles
El
público que asiste usualmente a los conciertos de arte
musical en vivo, en ejecución de nuestras numéricas
orquestas sinfónicas, escucha música de compositores que en
su mayoría pertenecen a un pasado de más de cien años atrás.
El repertorio habitual de las orquestas del país pertenece a
compositores afamados y extranjeros, casi todos muertos y
muy pocos de ellos venezolanos. Curiosamente, la orquesta
sinfónica, la principal agrupación de interpretación en la
música académica, se dedica a tocar la música foránea del
pasado, hermética a las expresiones venezolanas de los
creadores del arte musical de hoy. No es una situación
diferente al resto del mundo y parte de la culpa la tienen
los mismos compositores y el cambio de los tiempos.
Venezuela
es un caso especial debido a la existencia de una gran
cantidad de orquestas sinfónicas, entre profesionales,
juveniles e infantiles, distribuidas además por todo el
territorio nacional. Contamos con una plataforma orquestal
enorme, la cual, con pocas excepciones,[1]
ignora completamente nuestra música. Esta
situación está cambiando progresivamente pero su dirección
se encamina hacia una apertura de inclusión de arreglos para
orquesta de repertorio popular y folklórico, así como de
música de cine, desatendiendo de nuevo la difusión del arte
de la nueva composición. El efecto de la “popularización,”
tanto en el cambio de repertorio, en
el comportamiento de los músicos de la orquesta al tocar con
movimientos corporales no acostumbrados, como en el impacto
mediático de la figura del director más que la del
compositor, es una tendencia producto de nuestros tiempos
globalizados.
En
esta realidad, los creadores venezolanos activos permanecen
en silencio y la sociedad actual no está en la capacidad de
efectuar la selección natural de las obras ni de los
compositores para resguardo de su cultura, si nunca se
escucha la música. Por lo tanto, estamos en presencia de un
hueco negro de mudez ya que por más de treinta y
cinco años, la actividad
musical del país se ha encaminado enteramente a la
interpretación orquestal foránea y se desconoce la música de
nuestros creadores. ¿Quiénes son estos artistas invisibles?
Existen
unos 143 compositores venezolanos activos en nuestro país,
según el directorio de la SVMC, Sociedad Venezolana de
Música Contemporánea.[2]
Son los creadores musicales con vida que llevan sobre sus
hombros la responsabilidad de producir el acervo del arte
musical permanente para nuestra sociedad. En el mismo website
se pueden ver sus nombres distribuidos por generaciones,[3]
separados por la década de su fecha de nacimiento. Algunos
son jóvenes y talentosos, aún estudiantes forjando su
carrera y posicionamiento profesional, nacidos en la
década de los 70. Un buen grupo perteneciente a las
décadas 40, 50 y 60 incluye en su mayoría compositores ya
establecidos y maduros, en plena actividad. Por el filtro
natural del tiempo, nos quedan nueve compositores de la
década de los 30 y cinco veteranos provenientes de la
década de los años 20, con la Profesora Ana Mercedes
Asuaje de Rugeles en la punta cronológica, luciendo su
96avo aniversario en el 2010.
Algunos
compositores que han fallecido en los últimos seis años,
aparecen listados en el mismo website,[4]
como un llamado de atención a su merecido reconocimiento,
un último grito de “no me olviden” para una sociedad con
avanzada propensión a la amnesia cultural: debemos alertar
que no existe literatura actualizada sobre esta disciplina
desde 1996,[5]
ni listas de obras ni biografías accesibles. Por lo tanto,
en el caso de algunos de ellos que murieron relativamente
jóvenes sin alcanzar un desarrollo en vida de impacto como
compositores suficientemente relevante para ser tomados en
cuenta, como Juan Andrés Sans o Leonidas D’Santiago, sus
obras se deslizan rápidamente al silencio del olvido.
Podemos notar que otros compositores de notable alcance y
renombre en sus vidas como Isabel Aretz, Alexis Rago, Flor
Roffé y el gran pianista-compositor Carlos Duarte, ya son
materia desconocida en el presente. La figura de Aldemaro
Romero lucha valientemente contra la indiferencia a través
de homenajes recientes por sus adeptos. Si la actividad
musical existente los ignora al punto de omisión total aún
con vida, ¿qué oportunidad tendrán los que sin vida no
pueden lidiar por su inclusión?
La
profesión y su importancia
Ser
compositor es una carrera profesional a tiempo completo que
requiere un alto grado de originalidad, trabajo y
conocimiento técnico. Es altamente individual, no remunerada
y cruel: no hay términos medios en la calidad de su
producción ya que el compositor debe ser excelente al máximo
nivel. Debajo de esta exigencia, no tiene sentido continuar
y eventualmente el candidato abandonará su dedicación
creativa por otra. Su obra no sólo se mide en referencia a
la producción del país, sino a la del mundo entero. Es parte
de la historia del arte de nuestra civilización occidental y
dentro de la cadena de funciones musicales, el compositor
lleva el peso de la historia de la cultura de su país.
En
un futuro, en unos 200 años, lo único que sobrevivirá de la
actividad musical actual en Venezuela será la música que
hayan creado hoy los compositores. Todos los demás actores
musicales, entre organizadores, intérpretes, directores o
estudiosos, serán olvidados para sólo quedar en memoria de
importancia los que definen la
música y la hacen. Esta es una
responsabilidad de considerable trascendencia para la
cultura de Venezuela: la identifica a largo plazo con
productos concretos, y depende directamente de sus creadores
y de su trabajo en vida.
Carrera
sin cargo
La
composición musical en la Venezuela actual se puede estudiar
formalmente como carrera a nivel de Certificado de
Conservatorio o Escuela de Música, (en vía de desaparición),
de Licenciatura (UNEARTE, ULA), Diplomado (UCV),
Especialización (UNICA) y de Maestría (USB). No obstante,
ejercer esta profesión dentro del campo de la actividad
musical en el país es imposible ya que no existe el cargo en
ninguna institución, pública ni privada. Esta es la primera
contradicción: ¿Para qué estudiar una profesión que no se va
a poder desempeñar formalmente en ninguna parte?
No
obstante, los títulos obtenidos proporcionan al compositor
la posibilidad de trabajar como educador en los niveles
mencionados, de materias cercanas a la composición como la
enseñanza de teoría y solfeo, historia, contrapunto,
armonía, fuga, formas, análisis, y por supuesto,
composición. Fuera de la academia, el compositor, sea éste
profesional o aficionado, puede ofrecer sus servicios como
creador a destajo en los campos de publicidad, cine y
televisión realizando el soundtrack o pista musical
al jingle, a la
película, video o documental, así como a video juegos y
celulares. Similarmente, agrupaciones de danza emplean a
compositores-ejecutantes para sus clases y, en menor
grado, llegan a pagarles por el uso de su música en
coreografías. También puede vender composiciones a
cantantes y a grupos de música popular, o ser su mismo
intérprete en forma de cantautores, instrumentistas,
electrónicos o Dj’s. Una tercera posibilidad de trabajo
remunerado existe en la creación de arreglos musicales
para coros, orquestas o agrupaciones instrumentales. Si
atiende su inscripción en sociedades autorales, el
compositor puede ganar a través de los derechos de autor
por ejecuciones en vivo o grabadas difundidas por
los medios.
Sólo
para Pop
Resumiendo,
nuestra sociedad no provee ningún cargo para el compositor
profesional dentro del arte sinfónico orquestal y académico.
En este ámbito sólo puede desempeñarse como educador, lo
cual significa una pérdida ocupacional, un suicidio cultural
para la sociedad. Por otro lado, existen varias
posibilidades de servicio como compositor de música popular,
lo cual apoya el concepto de la tendencia hacia la
“popularización,” mencionada anteriormente. Esto indica que
a mediano plazo, si el artista musical quiere continuar su
actividad creativa para la cual nació, y no morir de hambre
en el intento, se debiera cambiar poco a poco a la creación
dentro de la música popular, y, al mismo tiempo, los cuerpos
instrumentales como orquestas entre otros, irán cambiándose
a aceptar cada vez más música popular entre su repertorio.
En
términos sencillos, ser compositor musical sólo tiene
sentido en nuestra sociedad dentro del campo de la música
popular. Esto puede significar la desaparición, o mejor
dicho, la transformación del arte musical como lo conocemos
hoy en día a otros formatos dictados por el mercado de
consumo y por el valor de impacto más que de esencia, al
menos que el Estado reserve parte de sus políticas
culturales y financiamiento para este sector tan importante
y marginado. No sobrevivirá de otra manera.
Sólo para Orquestas
La
segunda contradicción en Venezuela es desorbitada porque
después de un presupuesto inimaginable para el desarrollo
por 35 años de la música sinfónica juvenil, tenemos un país
con cientos de orquestas como en ninguna parte del mundo,
pero sin la más mínima disposición financiera ni
administrativa, proporcionalmente
hablando, para fomentar la
creación y difusión de obras sinfónicas de los compositores
del país. Fueron apartados completamente de este importante
ciclo del desarrollo musical venezolano.
Sólo
recientemente (2019) sentimos un cambio en la brisa, con la
iniciación de la Academia Nacional de Composición por
FESNOJIV, aunque se desconoce todavía, a pesar de haberlo
cuestionado públicamente, ningún detalle sobre el proyecto,
objetivos, agenda de actividades planificadas, financiamiento
concreto, estatutos, y si tiene o va a tener una sede propia,
si es una institución o fundación autónoma auspiciada por
FESNOJIV, o si es un departamento adscrito a la misma o al
Ministerio de Cultura, si es académica en términos de
enseñanza, o si está vinculada con UNEARTE/USB/UCV, o es de
actividad promocional y de difusión, es decir, ¿cuál es su
perfil administrativo y jurídico, y en qué se diferencia de la
Cátedra Latinoamericana de Composición que existe o existía
dentro de FESNOJIV? ¿Va a ser una editorial comercial o
sin fines de lucro? y ¿cuáles son los criterios de encargos y
cuándo se inicia esta actividad? ¿Van a hacer la
representación gremial y de enlace de los compositores, como
por ejemplo, en hacer el vínculo entre los creadores y las
orquestas FESNOJIV para concretar el proyecto de Compositores
en Residencia Orquestal (CREO) o algo parecido? ¿Sustituye en
tal sentido a la SVMC como sociedad de miembros creadores?
¿Cómo es su administración? Tiene miembros que se inscriben,
tiene estatutos, consejo directivo, cómo se eligen sus
directores, por votación en asamblea de miembros o son
asignados a dedo por J. A. Abreu? Es un ente todavía un
tanto misterioso.
Un
ciclo diferente
Podemos
hacer una comparación del movimiento de orquestas juveniles,
como ciclo de importancia en la historia de la música en
Venezuela, con los dos ciclos anteriores de desarrollo y
logros musicales sobresalientes. Éstos fueron el de la
Escuela de Chacao a mediados del siglo XVIII, conducido por
el Padre Pedro Ramón Palacios y Sojo, y el del nacionalismo
en la primera mitad del siglo XX guiado por Vicente Emilio
Sojo, Juan Bautista Plaza y José Antonio Calcaño.
Se
puede establecer de esta manera que el movimiento musical
creado por José Antonio Abreu difiere de los anteriores en
el hecho de que no tomó en cuenta la composición, además de
otros aspectos importantes como una política editorial de
partituras, ni ha producido una generación de compositores
ni obras como los anteriores ciclos lo hicieron. Los dos
ciclos del pasado, al igual que otros ciclos menores como el
de Ioannidis en los setenta,[6]
tuvieron su concentración específica en la composición y en
la formación de compositores, con resultados tangibles y
permanentes para la historia musical del país, que la
definieron.
Premios,
encargos o residencias
Al no existir
un posicionamiento laboral en nuestra sociedad para los
creadores del arte musical, la única manera que les queda para
desempeñar su oficio y ser pagados por ello, es
En Venezuela, estos tres medios para ganar un sustento con el trabajo creativo son muy escasos, existiendo sólo dos premios estables, el Premio Municipal del Municipio Libertador, Caracas (anual) y el Premio Aniversario de la Universidad Simón Bolívar (bianual). Aparecen otras iniciativas de premios, como el Premio de Composición de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, así como premios únicos por fechas o aniversarios especiales, como el Premio de la Fundación Francisco Herrera Luque, pero no se han establecidos como ofertas regulares.
Los encargos ocurren muy esporádicamente, de manera personal, cuando el compositor es pagado directamente para entregar una composición hecha a la medida. No hay actualmente ninguna oferta de residencias para compositores, pero cuenta con un antecedente notable en el caso de Ricardo Teruel con la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho de 1997 a 1999. Resumiendo, el único trabajo regular que hay para este sector en nuestros días es el concurso, que paga a sólo dos compositores una vez por año para todo el país, es decir, si ganan. En nuestro país no existe la cultura de encargos ni residencias, ni en el sector público ni privado.
Persistencia
creativa
Es
inaceptable que la función más importante en todo el ciclo
social de la música, la creación de obras imperecederas, se
tenga que realizar en fines de semana, vacaciones o en
largas noches, devorándose el compositor su sueño o el
tiempo de dedicación familiar o
diversión personal, por tener
que pasar la vida entera trabajando en otras tareas para
sobrevivir. La convicción, dedicación y empuje sostenidos de
los creadores se pone a prueba al trabajar gratis en un
escenario de excedentes presupuestarios donde todos cobran
menos ellos, desde el director hasta el que limpia la sala.
Ser compositor del arte musical es un sacrificio social,
porque si se es creador plenamente, no se puede existir, y
para existir no se puede ser creador.
Por otro lado, si no se compone hoy, no habrá música de
nuestra época en el mañana. Si no se estrenan las nuevas
piezas, la sociedad no podrá seleccionar las buenas del
montón de las malas. Si no se tocan ni las buenas, entonces
muere la música de una cultura por haber nacido sin
resonancia. El estado actual de la música en Venezuela
presenta un brutal riesgo a los compositores que todavía
perseveran en crear, a pesar de su aislamiento: morir en
silencio.
Resumen
de contradicciones
En
un país cuyo renombre musical ha alcanzado los más altos
niveles de atención internacional en el área de ejecución y
dirección sinfónica, contando con una inversión insuperable
del Estado y la empresa
privada, sostenida por más de
tres décadas y una plataforma orquestal sin comparación en
el mundo por su nivel y extensión, resulta aún más
contradictorio que la composición se encuentre apartada del
boom musical actual. Ha sido un grave error no
haberla incorporado desde el principio a este importante
desarrollo nacional.
Adicionalmente,
la contradicción existe en el hecho de que toda esta
“Venezuela Musical Maravillosa” se dedica exclusivamente a
ejecutar la música de compositores muertos y extranjeros, el
comúnmente llamado repertorio “clásico,” que va desde el
prebarroco hasta apenas el principio del siglo XX. El
promedio de inserción de piezas venezolanas en el repertorio
de una selección de orquestas sinfónicas del país fue
calculado en una tesis de postgrado de Wílmer Flores en 13%[7]
con la Margariteña de Carreño tomándose la mayor
parte de este porcentaje. Sólo últimamente se ha
incorporado al repertorio regular algunas piezas
venezolanas, por el florecimiento de la actividad
orquestal en giras por el exterior, donde, sin duda
alguna, se le exige al visitante ejecutar música de su
país de origen.
En este sentido el aporte
musical venezolano al mundo exterior, como la atención
que está ejerciendo en los medios la “Dudamel-manía”, es
realmente efímero, una burbuja mediática, porque el
aporte es en términos de impacto y no de esencia, sin
base en obras perdurables que redefinan el arte,
propongan nuevas expresiones o estilos, y que
identifiquen la
producción cultural venezolana en su tiempo.
Semejante al efecto de la fama que logra el país a través de personalidades como los ídolos del beisbol o las reinas de belleza, la comunidad venezolana necesita en estos tiempos de pugna y violencia social en que nos encontramos, una ramita para agarrarse y sostener su depresión colectiva. Los logros de las juveniles como exportación venezolana significante, nos ayudan a recuperar el auto-estima nacional diluido por la política anacrónica actual y los desaciertos de la Vinotinto, el equipo de football que no termina de arrancar. Pero es una euforia del momento, necesaria para la música sinfónica del mundo que cada vez encuentra mayor competencia de atracción frente a la avasallante música popular, para Venezuela y su complejo de poder ofrecer al mundo algo diferente que no sea petróleo, y que, como todo efecto de impacto, será pasajera.
Vamos
a tratar de exponer las causas para entender el porqué de la
existencia de esta situación
de abandono creativo y proponer una serie de acciones para
incentivar la composición musical en el país.
Liderazgo en
disminución
Como
parte del comportamiento idiosincrásico venezolano, la
dependencia cómoda y exclusiva en un líder para emprender
retos significativos en grupo, una especie de “complejo
Simón Bolívar” o culto al caciquismo o caudillismo, el área
de la composición en Venezuela ha dependido históricamente
en una serie de líderes. Ésta ha sido una tendencia en
decrecimiento resultando en un presente desprovisto de
liderazgo que acarree al grupo en consecución de sus
necesidades, dentro de las opciones existentes para
solucionar sus problemas.
Tradicionalmente,
el líder en composición ha sido un creador muy influyente
cuyo estilo personal es imitado por sus seguidores, efecto
que puede llevar a la formación de una “escuela,” estilo o
algún “ismo”. El compositor líder basado en la influencia de
su estilo particular ya no puedo surgir más por el hecho de
que en las últimas décadas no se encuentran estilos
homogéneos y cada creador tiene su propio lenguaje dentro de
múltiples fusiones y expresiones diferentes: ya no hay más
“ismos” estilísticos concretos ni únicos.
Otro
tipo de liderazgo lo ejercen los compositores cuando se
convierten en maestros de enseñanza, creando un conjunto de
fieles seguidores que se agrupan y se identifican con este
sello generacional hasta que ellos mismos cortan el cordón
umbilical estilístico. Compositores líderes tienden a
ocuparse también de crear o mejorar infraestructuras
musicales para el bien del colectivo. Estos son muy pocos,
ya que el chip del compositor es de un perfil
altamente individualista, y la mayoría de los famosos se
quedan satisfechos con alabar estrictamente a su
personalidad.[8]
El
liderazgo de Vicente Emilio Sojo a mediados del siglo XX fue
dedicado a construir la infraestructura que carecía el país
para ese momento, en términos de una orquesta sinfónica, una
coral y una escuela superior de música. Pero, su principal
esfuerzo y logro de importancia fue la creación de una
generación de compositores comprometidos con su arte, a
través de sus clases de composición, de la cual se
produjeron obras maestras para la cultural musical acumulada
de Venezuela, como la Cantata Criolla de Antonio
Estévez.
Todos
los líderes subsiguientes ejercieron su influencia a través
de la actividad como educadores de la composición, como fue
el caso de Yannis Ioannidis, Antonio Maestrogiovanni, Juan
Carlos Núñez, Diógenes Rivas y en menor grado, Alfredo del
Mónaco y Blas Emilio Atehortúa. Cada uno con su grupo de
estudiantes establecieron tendencias, movimientos y
actividades conjuntas a sus clases.
Por
otro lado, un liderazgo institucional, que se asoma como un
efectivo cambio a nuestro “complejo Bolívar”, se ha venido
desarrollando en las siguientes instancias educativas de
alto nivel: el postgrado de la Universidad Simón Bolívar
desde hace diez años, en donde se imparte la Maestría en
Composición, y recientemente, la Especialización en
Composición en la UNICA y el Diplomado en Composición en la
Universidad Central de Venezuela. En éstos se enseña a
estudiantes que entran y luego
salen graduados. No sobresale ningún nombre ni personalidad
de ningún maestro como líder, ni de su estilo particular.
Son verdaderamente procesos institucionales estables y
anónimos que no dependen de ninguna figura especial o
caudillo para su funcionamiento. La solución encontrada de
institucionalizar la educación de la composición ha sido el
punto de desarrollo más importante en la historia musical
reciente, por auspiciar la individualidad creativa y, al
mismo tiempo, evitar el surgimiento de seguidores imitadores
de un gran líder, que de todos
modos, no lo hay.
Otros
líderes musicales ligados indirectamente a la composición,
indispensables sin duda, organizan plataformas para el
estreno y ejecución de composiciones nuevas. Con ellos han
surgido muchos “Primeros Festivales” que nunca llegan a
repetirse. Pocos se han mantenido a través de los altos y
bajos de los aportes gubernamentales y de los cambios
políticos. Estos líderes son ejemplo de una actitud de
entrega solidaria de esfuerzos hacia el sector de los
compositores, y sin ellos realmente no quedaría ninguna
actividad en el área. Los eventos regulares son, en primer
lugar, el Festival Latinoamericano de Música organizado por
Alfredo Rugeles y desde hace varios años junto a Diana
Arismendi; la serie de conciertos de la Fundación Música y
Tiempo por Josefina Benedetti y Juan Francisco Sans, los
conciertos de los alumnos de composición de la Escuela de
Artes de la UCV y de UNEARTE, y las lecturas orquestales de
la Orquesta Filarmónica de Venezuela, organizadas por Icli
Zitella.
El
Festival Atempo, organizado por Ninoska Álvarez, cumple con
invitar excelentes intérpretes extranjeros de música nueva
universal, a pesar de mantenerse cerrado a incluir
exclusivamente en su programación de obras venezolanas, a
composiciones del círculo íntimo de los estudiantes o
allegados de Diógenes Rivas, su esposo. Igualmente la
programación incluye invariablemente en todos los conciertos
una pieza o más del mencionado compositor, con lo cual el
festival se convierte en una extensión de su auto-promoción.
El
comentario en respuesta al desamparo de la composición
actualmente en Venezuela ha sido muchas veces: “…búsquense a
su José Antonio Abreu…”, es decir, consigan a un líder
similar que les resuelva sus problemas. Pero no. La
comunidad de los compositores es de característica
individual, lo que es parte esencial del ser artista
creativo, y esta particularidad les ha causado problemas
para reunirse, para unirse y afrontar dificultades en grupo.
Todos se quejan siempre pero pocos trabajan para el
colectivo. Pero como vimos anteriormente, el liderazgo en la
composición por ahora no es posible.
No
obstante, el sector como familia se ha podido agrupar del
punto de vista comunicacional a través de tres listas de
correos electrónicos que existen actualmente:
“compositoresdevenezuela" (Yahoo), “ágora-svmc” y
“nuevamusicadevenezuela,” (Hotmail), en las cuales
están inscritos casi todos los compositores del país, además
de un grupo extenso de interesados. Es decir, los
compositores están casi todos comunicados entre sí y eso es
ya un gran logro. No requieren un líder, eso pertenece al
pasado, sólo necesitan agruparse más a pesar de su inherente
individualismo.
Los
compositores cuentan además con una sociedad
establecida formalmente desde hace 34 años por iniciativa de
Yannis Ioannidis y sus alumnos de entonces, la Sociedad
Venezolana de Música Contemporánea (SVMC) que es conducida
por ellos mismos. Actualmente mantiene una intensa presencia
en Internet a través de los portales myspace
y youtube, así como
en sus funciones como sección nacional de la Sociedad
Internacional de Música Contemporánea (ISCM), con el
envío anual de partituras venezolanas para el afamado
festival World New Music Days.
Últimamente
han surgido dos agrupaciones de jóvenes compositores que
unen esfuerzos para realizar conciertos de bajo presupuesto:
El “Colectivo de Creación Sonora CCS” y el “El Sagrado
Familión,” con ciertos indicios de liderazgo personal.
El
hecho de que los creadores musicales estén dispuestos a
solucionar sus problemas sin la necesidad de un líder que
les haga todo ni que sobresalga, ni crea dependencia,
resultaría en un camino francamente distinto al
comportamiento caudillista acostumbrado en nuestra cultura,
y en estos momentos en los cuales el liderazgo político en
manos de Chávez, así como el liderazgo orquestal en manos de
Abreu han sido tan piramidal, excesivos y largos, el trabajo
en grupo corresponde a un logro de cambio paradigmático y un
reto ineludible.
Alejamiento
progresivo
El
aislamiento y desconexión por parte del compositor del
público consumidor, tiene su origen en la confluencia de
varias corrientes simultáneas, internacionalmente hablando,
y de una adicional en Venezuela, que afligen la actividad
compositiva hasta el punto de convertirla en una profesión
en riesgo de extinción: los compositores de arte musical son
cada vez más innecesarios en nuestra sociedad y se ven
progresivamente presionados a cesar su inversión de tiempo
en este arte por su incongruencia para la existencia en la
realidad, como examinamos anteriormente.
Vamos
a explorar lo que sucede simultáneamente en:
1.
Crecimiento del consumo de la música popular
Desde
el advenimiento de la música difundida por la radio a
principios del siglo XX, en primer lugar tocada en vivo y
luego grabada, se inicia un proceso de cambio en el consumo
de música que no corresponde a la presencia in situ
del consumidor en el lugar donde se ejecutan los sonidos,
con la percepción correspondiente y simultánea de un grupo
de personas en un mismo sitio. La escucha de música pasó
de local y directa a distante y masiva, en términos de un
gran número de personas extendidas, diseminadas y
aisladas. De la comunicación sonora en grupo, al extremo
individual de hoy con los audífonos del iPod. Este es el
comienzo de la música de medios que luego se incrementa a
proporciones industriales de consumo y ganancias con la
producción de diversos formatos de soportes, desde el
cilindro de Édison, el disco de acetato en sus variados
tamaños, el cassette, el CD, hasta el mp3 bajado o en
línea actual y YouTube. El consumo del objeto musical
dentro de una industria compleja de difusión y venta a
distancia por otros medios adicionales (radio, TV,
Internet) y ejecución de conciertos masivos amplificados,
se inicia con un auge sin precedentes en la Beatlemanía a
principios de los sesenta. El surgimiento de este fenómeno
sin precedentes en la historia musical global toma en
cuenta la incorporación de elementos iconográficos,
videográficos, moda, apropiación, crossovers,
y marca un señalamiento inequívoco de la posibilidad de
inmensas ganancias y difusión global de esta industria.
Nace
en todo sentido la música popular (y global), definiéndose
en términos de duración, instrumental, lenguaje, tecnología,
estilos y comportamientos a diferencia del arte musical
vigente. El consumo de la música en proporciones masivas se
fue formando con el crecimiento de esta industria,
quitándole el espacio de atención que había tenido la música
sinfónica a principios del siglo XX y la que no tiene más
hoy en día, así como sustituyendo en gran medida a la música
folklórica tradicional como referencia de identidad.[9]
Se incorporan otros valores y procedimientos en la
composición, como la improvisación, el arreglo, la
apropiación, y sobretodo, el valor del impacto y ganancias.
2.
Música incomprensible
A
partir de finales de la Segunda Guerra Mundial en 1945,
cataclismo que había detenido el desarrollo de la actividad
del arte musical en Europa, las diferentes tendencias
existentes antes de la guerra que ofrecían alternativas de
lenguaje y procedimientos en la composición se redujeron a
una sola universalmente: el serialismo integral. En la
década de los cincuenta, este método de composición ofreció
una alternativa de fácil aprendizaje para lograr un sonido
diferente, nuevo, de vanguardia, y se extendió en todos los
conservatorios y centros de estudio académicos del mundo,
incluso con varias confrontaciones a manera de manifestos
y reacciones sobretodo por parte de los nacionalistas
reinantes.
El
término "música nueva" ya se venía acuñando desde los
tiempos de Schönberg en Viena, con determinación hacia una
separación de músicas, y de aquí en adelante la diferencia
se hizo aún más radical en todos los sentidos hasta lograr
la división en dos mundos: la música nueva y la música
sinfónica tradicional.
Un
método de composición donde se construía toda una pieza por
medio del cruce matricial de fórmulas de series
predeterminadas, sin tomar en cuenta cualquier enlace
emocional de la música ni expresión musical del compositor,
resultó en la producción de obras incomprensibles para el
oyente. Éste jamás podría reconocer las estructuras
seriales, ni tampoco la música estaba escrita para
entenderse con estas estructuras. Su construcción no atendía
la posibilidad de su percepción. Era simplemente un vaciado
de fórmulas sin atención a comportamientos musicales de
arquetipos, para lograr un producto que era impenetrable,
con el velo pretencioso de la modernidad y del vanguardismo.
El
arte nuevo nunca ha sido de fácil digestión para el statu
quo por impulsar
renovación de conceptos, códigos y lenguajes en un
contexto que rehúsa naturalmente a cambiar. Sin embargo,
la música serial descuidó elementos de musicalidad por
depender en sus decisiones estructurales no en el oído,
sino en los números.
Por
lo tanto, mientras la música popular se abría poco a poco
grandes caminos en el consumidor en masa con resultados
económicamente atractivos, el arte musical producía sonidos
que poco eco ni interés despertaba en cualquier tipo de
público, menos el del compositor perdido en su ciega
arrogancia. Desde esta época en adelante, la música nueva o
música contemporánea, es decir el arte musical de nuestros
días en el área sinfónica y electrónica, se convirtió en
sinónimo de música extremadamente difícil de tocar,
incomprensible de escuchar, sin
repercusión emocional, con
cada vez menos capacidad de convocatoria de público a sus
conciertos, de escasa venta de partituras, discos y ausencia
de encargos. La música nueva perdió su público y su
ubicación e interés en la sociedad, la cual cada vez
más volteaba su cara hacia la diversión y atractivo directo
de la música popular en apogeo, como también al pasado reino
de los grandes compositores de la historia en manos de todas
las orquestas.
3.
El repertorio congelado
El
tercer factor que influye en este proceso de aislamiento del
compositor hoy en día es la determinación de las orquestas
sinfónicas de concentrar su repertorio en la música
“tradicional sinfónica,” es decir de 1935 hacia atrás, por
las dificultades derivadas de la música nueva arriba
expuestas, entre otras. Perdiendo número de público por el
mismo auge masivo de la “otra música”, la popular, las
orquestas no tomaron más riesgos en su programación con
obras que no fueran estrictamente del repertorio conocido de
los famosos compositores del pasado, un repertorio
“congelado” y cerrado a renovaciones porque todos sus
creadores están muertos. Lo mismo sucedió con la
configuración instrumental de la orquesta, en la que no se
aceptan cambios ni nuevas incorporaciones desde hace más de
un siglo.
Por
esta razón, las orquestas sinfónicas se salvan de la
exclusión como aparato instrumental al delimitarse a una
música sin duda del más alto nivel y siempre deseada, pero
vendiendo su alma por la eterna repetición ad infinitum
del mismo repertorio. En tal sentido, la programación de una
orquesta sinfónica es difícilmente objeto de mercadeo con
ventaja de novedad en función de garantizar convocatoria a
sus conciertos, impacto social y continuidad de auspicios,
porque el repertorio siempre es igual, e igual para todas
las orquestas del mundo.
Como
no hay novedad, su anzuelo de convocatoria pasa a ser las
programaciones pedagógicas como ciclos o temas que reúnan
algún interés extra-musical para el público que ya lo ha
oído todo. Igualmente, se concentra el atractivo y
distinción de la orquesta en la sala que disponga como sede
o auditorio especial; en conciertos en lugares no
acostumbrados como centros comerciales, parques o
monumentos; en giras por países lejanos que sin embargo,
nunca aceptarían que el repertorio conocido suene diferente
en manos de orquestas de otros países.[10]
El atractivo se enfoca especialmente en la figura del
director[11]
quien es el centro del show,
o de un gran solista invitado. En este rubro se suman
los cultos mediáticos a personalidades (como es el
caso de Dudamel), o como se está viendo últimamente,
en la realización de crossovers
que incluyan factores del popularismo mencionado
arriba: el montaje de arreglos para orquesta de
música popular, folklórica y música del soundtrack
de películas como Guerra de las Galaxias,
o conciertos con mezcla de instrumentos étnicos o
eléctricos, grupos de rock, folklóricos, exóticos
o híbridos, pajarillos sinfónicos, ciclo de
boleros, etc.
Lamentablemente,
este importante instrumental se cerró definitivamente a la
ejecución de obras de compositores nuevos que no cultiven el
popularismo (ver más adelante), sino por excepción y
esfuerzos de directores o festivales especiales, como es el
caso de Alfredo Rugeles en Venezuela quien ha estrenado
consecuentemente nueva música venezolana en toda su carrera
como director, y orquestas cuyas directivas excepcionalmente
tienen clara su función de hacer oír a los compositores y
establecen una política permanente de estrenos venezolanos,
como lo es la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas con su
director Rodolfo Saglimbeni.
4.
Poca buena, mucha mala
Otro
factor que influye en el rechazo de la producción de los
compositores vivos por las orquestas sinfónicas, es la
costumbre asentada en el público y directores de esperar que
cada composición nueva a estrenarse sea siempre otra obra
maestra. Este hábito es resultado de la escucha reiterada
del repertorio “congelado” de todos los hits
del pasado.
En
toda la historia del arte se producen grandes cantidades de
basura pero sobreviven sólo unas pocas obras de calidad
superior. Es normal en todas las épocas que la producción
del arte musical se genere en estas proporciones, ya que
realizar la excelencia es altamente difícil. El público por
lo tanto, está acostumbrado a escuchar en sus conciertos
habituales la mejor música de toda la historia y cuando se
le presenta una pieza desconocida de un autor contemporáneo,
espera que ésta sea del mismo calibre, lo cual es
escasamente probable. Se crea entonces el estereotipo de que
la música nueva es siempre mala o fastidiosa, y viene el
rechazo generalizado. Esta plantilla no está lejos de la
verdad porque genios no abundan, pero no obstante, sostenemos
que hay que cultivar la
paciencia en el público de dejar oír en cada concierto algún
estreno para probar la obra y darle la oportunidad de sonar
y evaluar si es o no la próxima obra maestra. La música
nueva es ideal para escuchar la aventura de la novedad y
debemos dejarnos sorprender.
El
método serial incorporó varios problemas a la sociedad. No
sólo esta música fue hermética a la comprensión directa por
oído, sino que además el método fue muy fácil de aprender y
no requirió talento ni capacidad musical para fabricar una
pieza serial, si se seguían las instrucciones estipuladas.
Por lo siguiente, el ámbito de producción de música de arte
se inundó aún más de enormes cantidades de música de baja
calidad, ya que cualquiera podía ser “compositor” utilizando
el método serial, sin ninguna efectiva utilización de
talento creador. El enmascaramiento de poca capacidad
musical por el uso del serialismo todavía se evidencia en
muchos conciertos de jóvenes compositores, que, al lograr
sonar “contemporáneos” sugieren pertenecer automáticamente
al arte musical, cuando realmente esconden una burla
pretenciosa con un sistema obsoleto.
5.
Tendencia hacia la popularización
El factor más decisivo en el
aislamiento del compositor del arte musical hoy en día es la
tendencia irrefrenable hacia la popularización, como parte
de la globalización dominante. Este término fue acuñado por
el autor en el 2005[12],
con el cual determina la apropiación del comportamiento de
la música popular, además de su tecnología, instrumentos,
estilos, lenguajes y formas, entre muchos otros elementos,
por otros ámbitos de la actividad musical, incluyendo
principalmente a la música tradicional folklórica y al arte
musical sinfónico.
El concepto está basado en la
apropiación cultural como línea de desarrollo en la historia
musical de Occidente, con picos que surgieron en el
exotismo, nacionalismo y en el globalismo actual. Por
razones obvias no vamos a profundizar sobre estas ideas
dentro del presente artículo, pero se menciona como
fundamento que revela la inoperatividad social de la música
nueva del arte sinfónico, y su tendencia a convertirse en
objeto de consumo masivo al dejarse influir por la música
popular.[13]
Los compositores se sitúan en la encrucijada de decisión si
seguir desubicados con su arte indeseado o cambiar su estilo
y actividad hacia un estilo más acorde con el comercio de
música popular. Allí es donde está enfocada actualmente la
atención de la sociedad, de la industria, del reconocimiento
y eventualmente, del arte.[14]
De esta manera se entiende por
ejemplo, la inclusión de ritmos folklóricos y armonías
tonales en las composiciones más recientes entre los
compositores venezolanos, y las miles de versiones del golpe
de joropo “pajarillo” por los compositores tanto académicos
como populares. en Venezuela por su inmediato éxito de
circo. No es una intención realmente nacionalista, como
hubiera sido hace unos setenta años atrás, sino que tienen
el propósito de hacer una música atractiva para un público
ya acostumbrado a escuchar siempre un ritmo determinado y de
lenguaje sencillo tonal, como sucede en la música popular.
Es una necesidad de inclusión en la sociedad y una de las
soluciones posibles para lograrlo. Un caso que se puede
nombrar a manera de ilustración es la pieza que ha hecho
famosa internacionalmente a la Schola Cantorum de Caracas,
la Pasión según San Marco
del argentino Golijov, la cual es una popularización
directa donde el compositor realiza una mezcla
excelentemente tejida de música popular de todas partes
del mundo, muy fácil de entender, accesible; la
re-utilización continua del Danzón Nº 2 de Arturo Márquez por las
orquestas juveniles, sobretodo en sus giras
internacionales, por su ritmo y sus respectivos
movimientos corporales à la Joséphine Baker, que traen
“novedad” al ambiente sinfónico tradicionalmente
esterilizado y serio; los crossovers de conciertos con el cliché
exótico de “música latina-igual música rítmica-igual
fiesta”, estampa imborrable de la música popular
latina en el mundo, aún mercadeable como vemos en el
primer disco de Dudamel, Fiesta[15].
Esto significa a mediano plazo, si se
proyecta la tendencia hacia el futuro, en la disminución de
la producción y consumo de arte musical experimental y
novedoso, por no ser una ocupación que se pague ni se venda,
sustituido por música de diversión y consumo directo,
vendible, exóticamente rítmica y típica del mercado
globalizado. Los compositores van a tener que cambiar y
adaptarse, hacer música más accesible al oído común, y darse
cuenta de que se encuentran en otra época estilística. Darse
cuenta de que el fin no es hacer arte per se sino la generación de dinero, valor
absoluto de la música popular como commodity.
Impacto
Otro aspecto de la popularización es
el énfasis en la valoración del arte en uno de sus cuatro
componentes, el impacto, más que en la valorización de la
calidad del objeto o del concepto musical.[16]
Por esta razón, en este momento lo más importante para
Venezuela musicalmente hablando, no son sus obras, que no se
saben ni cuáles son, y
menos sus compositores, sino el impacto mediático
internacional que ha surgido con la personalidad de Dudamel
y las orquestas juveniles, que en realidad no están
ofreciendo nada en esencia al arte musical, ni tampoco
permanente, pero trae vida al ambiente de aire estancado de
la música orquestal sinfónica, repone vigor juvenil. Allí
están sus puntos de valor: la diferencia en el contexto
serio sinfónico de su juventud, su energía y el exotismo
académico de orquestas constituidas por niños de la calle
"salvados" por el arte universal. La reiteración de endosos
a su "Sistema" por parte de personalidades o "VIP's" es un
comportamiento de mercadeo mediático muy sutil.
Los conceptos del popularismo explican
este fenómeno directamente utilizando una regla de oro del
pop: sólo lo joven y enérgico vende a las masas, y eso es
exactamente lo que sucede. El área académica sinfónica se
apropió de las técnicas de mercadeo en lo popular y la
media-manía resultante fue un logro de este exotismo.
Dudamel y las juveniles puede llegar a ser muy famosos, así
como Susana Djuim o Luis Aparicio, para provecho facial del
país. Su aporte musical no es de sustancia, sino de impacto.[17]
6. La negación del Sistema
La
gran contradicción de nuestra Venezuela musical es la
existencia de más de doscientos cincuenta orquestas
juveniles en todo el territorio, el famoso y renombrado
“Sistema,” además de las veinti-tantas profesionales, un
país atiborrado de orquestas, pero ninguna ejecuta la música
de nuestros creadores.[18]
¡Hay
más orquestas que compositores!. Nadie critica, nadie llama
la atención sobre esta terrible omisión. Es como el
“Traje del Emperador,” nadie menciona los defectos
cuando la luz de la fama enceguece. Estamos orgullosos
del logro de Abreu y de su esfuerzo sostenido, pero la
adulación imponente no nos permite comentar sus fallas:
Al sistema se le pasó por alto la creación musical,
asunto muy grave. Todas las
orquestas tocan el “repertorio congelado” una y otra
vez, contando con un gran presupuesto para los
intérpretes y directores desde hace más de 35 años, pero
absolutamente nada para la composición. ¿Porqué?
Un
argumento es que el proyecto inicial nunca incluyó a la
composición porque fue ideado exclusivamente para la
interpretación sinfónica orquestal. Esta definición es
coherente dado el hecho de que su origen se basa en el
componente de la educación musical aplicado en todos los
centros de estudio del mundo: la práctica orquestal.[19]
El sistema es una práctica orquestal de conservatorio
ampliada a dimensiones jamás sospechadas en la historia de
la música, donde este componente educacional pasa a ser el
motivo único de toda la actividad musical de un país.
La
contradicción surge cuando el proyecto personal de José
Antonio Abreu crece para convertirse en un programa nacional
a largo plazo y de financiamiento y organización inmejorable
en todas las artes, debido a su gran capacidad gerencial,
talento económico y político. Bajo esta perspectiva,
desbordó de su empaque inicial como proyecto personal y
adoptó una jerarquía, por sus dimensiones, financiamiento y
duración, de plan nacional de música. En este nivel, por
ausencia de otras políticas culturales viables del gobierno
y por la habilidad inigualable de persuasión política de
Abreu, el desarrollo de la música en el país se concentró
exclusivamente por décadas en surtir el crecimiento de la
práctica orquestal y se convirtió posteriormente por
redefinición, en un sistema social de ayuda para niños y
adolescentes. Cambió su función educativa musical por una
social, y de proyecto personal a plan nacional.
En
ninguna de las dos facetas de este fenómeno se consideró
incorporar dos elementos indispensables para un cuerpo
instrumental de esa magnitud nacional: la composición y la
edición de partituras. Como proyecto personal se pudiera
esperar que se definieran sus funciones como se quisiera,
pero como plan nacional al nivel llevado, no se puede
aceptar el desequilibrio en la planificación de una nación
musical, que ha llegado a dedicarse exclusivamente a la
práctica orquestal. Al no implementar una política editorial
de música, se excluyó el único vehículo para garantizar la
permanencia de las obras musicales nuevas en el tiempo. Se
pueden componer obras, (lo cual tampoco se fomentó), pero si
no se editan las partituras y sus partes, entonces jamás se
podrán tocar ni difundir, y desaparecerán.
Por
lo tanto, la omisión de la composición y de la edición de
partituras en el desarrollo del "Sistema," además de lo que
significa la dificultad de sustento futuro de una maquinaria
tan costosa, lo llevará a la desaparición de todos sus
esfuerzos con el tiempo. Se habrá desaprovechado una
inversión de inmensurable riqueza que, en vez de lograr
obras permanentes y tangibles que definan la identidad
cultural de la música de Venezuela, se enfocó en obtener
sólo impacto, altamente apreciado ahora, pero transitorio. Venezuela
presenta en sus gobernantes y en su desarrollo musical una
similitud asombrosa: inmensa riqueza administrada por
caudillos que no dejan nada permanente.
Soluciones
Las opciones existentes para solventar una crisis en la
composición musical en el país se pueden resumir en cuatro
posibilidades que tiene el compositor para sobrevivir en
nuestra sociedad actual:
Proposiciones
al Estado
Necesitamos definitivamente incorporar a los
creadores en la actividad musical del país, restableciendo su
dignidad y posicionamiento laboral, a través de:
[1]
Una de estas excepciones es
la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, cuya labor en
la ejecución sostenida de obras de compositores
venezolanos es única en el país, así como en menor
intensidad, la Orquesta Filarmónica. Otras excepciones se
mencionan más adelante en el caso de iniciativas
personales de directores como Alfredo Rugeles, eventos
especiales o las lecturas de nuevas obras sinfónicas
organizadas por Icli Zitella con la Orquesta Filarmónica.
[2]
Ver “Directorio de
Compositores” en el web de la SVMC:
<http://www.coord.musica.usb.ve/svmc>.
[3]
Ver “Compositores por
generaciones,” íbidem.
[4]
Ver “Compositores Venezolanos
Fallecidos desde 2003,” íbidem.
[5]
La
última publicación dedicada a los compositores
venezolanos fue realizada por la Fundación V. E. Sojo, Sonido
que es Imagen . . . Imagen que es Historia. Iconografía de
Compositores Venezolanos, Caracas: Banco
Provincial, 1996, con muchas deficiencias en lo
que respecta a los datos y a la selección de los
compositores incluídos. En 1998 se publicó la Enciclopedia
de la Música en Venezuela, por la Fundación
Bigott, Editorial Arte, 1998, José Peñín y Walter
Guido, editores, donde también se encuentra la
mayoría de los compositores para esa época, pero,
nuevamente, con muchas deficiencias de datos.
[6]
Leonidas D’Santiago, “Estudio
de la Escuela de Composición de Yannis Ioannidis en
Venezuela,” Tesis de Maestría en Música, Mención
Composición, Caracas: USB, 2003, 88-97.
[7]
Wilmer Flores, “Políticas
Culturales y la Inserción de la Obra Musical en la
Estructura Social de Venezuela,” Tesis de Maestría en
Música, Mención Composición, Caracas: USB, 2002, 94.
[8]
Ver Oswaldo Pajares, “El
Liderazgo en el Desarrollo de la Música en Venezuela”,
Tesis de Maestría en Música, Mención Dirección, Caracas:
USB, 2007.
[9] Ver en web del autor el artículo “Del Exotismo, Nacionalismo al Popularismo: Apropiación Cultural en la Música de Occidente,” donde se trata la popularización del folklore.
[10]
Mahler en Java tocada por una
orquesta venezolana en gira no puede sonar sino a Mahler.
[11]
Como fue el culto al director
Herbert von Karajan hace unas décadas.
[12]
Ponencia “Del Exotismo,
Nacionalismo, Globalismo al Popularismo: Apropiación
Cultural en la Música de Occidente,” leída en el I
Congreso Venezolano de Música Popular, IASPM-LA/VE, en
Caracas, noviembre, 2005, y en el IV Coloquio Internacional
de Musicología, Casa de las Américas, La Habana, Cuba,
diciembre, 2005.
[13] Ver artículo “Apropiación
Cultural…” en el web del autor.
[14] En las artes plásticas se puede observar esta tendencia con gran éxito, un neo-pop, en la obra del brasilero R. Britto.
[15] Gustavo Dudamel, Fiesta, CD 477 745-7, Deutsche Gramophone, 2008.
[16]
La valorización del arte
musical lo establece el autor en un artículo “El valor de
la música” en su web (ver arriba dirección), donde lo
divide en cuatro componentes: el objeto musical, que es lo que suena y lo que
usualmente se disfruta sensorialmente y se analiza
musicalmente; el concepto, que son las teorías, filosofías, preceptos que
el creador presenta a través de su obra; el impacto, que es el logro de difusión y
reconocimiento que hace su obra y personalidad en la
sociedad en un tiempo determinado; y la permanencia, que es la prueba final si
la obra de arte sobrevive un largo tiempo, o renace
habiendo estado en silencio y si la sociedad la
necesita y la preserva. De estas cuatro, el impacto es
la menos duradera pero la que asigna fama, dinero y
reconocimiento al creador en su vida, lo cual no
necesariamente significa que es buena o perdurable, ya
que el impacto depende de muchos factores diferentes a
los esencialmente musicales, como contactos, política,
mercadeo, promoción, gerencia, etc.
[17]
Uno de los mejores ejemplos
es la permanencia del fenómeno musical de Los Beatles,
cuyo impacto en los años 60 ha sido el más grande de todos
los tiempos, incluyendo al de Michael Jackson
recientemente fallecido. La música de
Los Beatles ha sobrevivido 50 años debido a la
calidad y aportes musicales y conceptuales de sus
canciones, no por el sensación que causaron en ese
entonces. El impacto, siendo un valor de menos
trascendencia en el arte por su limitación temporal y
vigencia contextual, es absolutamente necesario para que
el compositor y su música se
deje oir en su lapso de vida, o en casos afortunados, en
surgimientos posteriores a su muerte. Sin una dosis de
impacto mínima, la producción del artista tendrá muy pocas
oportunidades de sobrevivir y para que su valor de
esencia, sus objetos y conceptos musicales no se podrán
apreciar.
[18]
Ver arriba las mencionadas
excepciones.
[19] Antes de la iniciativa de Abreu existían dos antecedentes de organización de orquestas juveniles en manos de Angel Sauce y de Yannis Ioannidis.
[20] Ver en el web del autor el Proyecto CREO, Compositores en Residencia Orquestal, esbozado conjuntamente entre varios compositores a través de las listas electrónicas por iniciativa del autor en el 2008. Lamentablemente sólo se llegó a reunir un apoyo de 50 firmas para este proyecto, en su mayoría de compositores jóvenes.