
| CHUAO | NAIGUATA | YARE |
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| OCUMARE | TURIAMO |
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Un Corpus Christi europeo, teñido de raíces
medievales llega a la América. De Europa trajo consigo una carga de
elementos y figuras cuyas raíces remiten a épocas anteriores al
cristianismo, pero útiles para recordar al pueblo de cómo el mal
y los pecados habían sido vencidos por la cruz. Cortejos de gigantes,
tarascas y diablitos huían en apariencia del Santísimo Sacramento
de la Eucaristía. A dragones serpenteados que simbolizaban el
vencimiento del mal se le unían en la procesión órdenes
militares, representantes de instituciones civiles y las cofradías de
diferentes gremios con sus estandartes que los identificaba. Las calles se
vestían de lujo para dejar pasar el cortejo y en las esquinas se
erigían altares para que la custodia reposara. Nuestros diablos danzantes mantienen hoy en día esta fe y costumbre de asociarse en cofradías o hermandades, con sus reglamentos propios, sus creencias, sus ritos y su música, con sus trajes coloreados la mayoría de los casos, con sus africanías y sincretismos presentes que no pudieron ser constreñidos por el ordenamiento de las Sinodales. La memoria y la historia acumulada a lo largo de su trabajo esclavo en las plantaciones aflora con lucidez en los Diablos de Chuao, Ocumare y Yare. Otras historias más recientes se reinscriben en los diablos de Turiamo y Naiguatá. En los primeros la territorialidad perdida, en los segundos la proximidad a los procesos urbanizadores.